Artículos de opinión y pequeñas noticias sobre mi pueblo

18/9/07

Cosa de hermanos

Diálogo con el génesis III

Me estaba tomando la costumbre el ir todas la mañanas y despachar con Él (como dicen los oficinistas). Pero esa mañana cuando me acercaba, escuche la sirena de la ambulancia que se abría el camino alejándose del lugar. Dicen que los camilleros habían entrado y con movimientos rápidos, al hombre que había yacido en el suelo, le tomaron el pulso, le dieron los primeros auxilios, le subieron a la camilla y se lo llevaron.
Al entrar, escuché como comentaban que el asesino se había acercado a su victima por la espalda y le ha disparado en la nuca. Luego, había pronunciado unas palabras en alto y había emprendido la huida. Dicen que era de esos asesinos que habían estado en la cárcel y que les habían dejado salir, porque al parecer se habían aprovechado de unas de esas leyes que les habían permitido reducir las condenas.
Ahora, entiendo que exista la pena de muerte o la cadena perpetua en algunos lugares de ésta tierra.
—Vas un poco corvado —me comentó, sin apenas darme tiempo a sentarme a su lado.
—Pero, no has visto lo que ha pasado —le conteste mal humorado.
Me miró sin mostrar ningún reproche y comento por lo bajo:
— “Demasiado grande es mi castigo para soportarlo” —lo había escuchado perfectamente, apenas pude quejarme, no sabía como justificar mi dolor y mis torpes alegaciones tan solo fueron:
—¡Si!, parece que fue demasiado grande el castigo, pero no volvió más al lugar del que le habían echado y…
—Llevaba una señal para evitar que le hirieran si lo encontraban.
¿Cómo es posible que diga esto? A veces no lo comprendo y menos cuando aun se podía oler el humo de la pólvora y una pequeña mancha de sangre permanecía en el suelo, como testimonio de ese desencuentro.
No encontraba palabras, espere a que rompiera el silencio, quería escuchar ese otro matiz que mostrara una justificación, una posible razón que explicara ese hecho. Quería recibir esa otra “Palabra” que me desbaratar mis convicciones. Pero no llegaba y empecé a recordar mis lecturas: «¿Soy acaso el guarda de mi hermano?». No, realmente no era yo el guarda, pero los que nos tienen que guardar a mi hermano para que no pueda seguir asesinando, no lo hacen.
—¿Me quieres preguntar algo?.
—¡¿Cómo empezar?! Ahora, mis hermanos se ponen señales por simple gusto o estética, y no precisamente por ser asesinos, o pasar navegando los tres cabos que separan los océanos…—Supe que mi comentario no era adecuado, pero mi crueldad no ceso y seguí hablando— Se que en ocasiones he ido a comer con alguna que otra amiga que por no querer ser madre, ha asesinado a su hijo antes de dar a luz, y me he ido a tomar unas copas, con algún que otro cuidador sanitario que ha asesinado a algún que otro viejo, justificando que es inhumano ver…, es decir, que no soportaba el sufrimiento y ¡lo más importante!, todo eso, lo han hecho bajo la protección de alguna que otra ley y en completo anonimato.
—¿Tan duro tienes el corazón?
No pude aguantar su mirada, una tristeza inmensa invadió mi corazón, mis ojos comenzaron a lagrimear. No se merecía estos comentarios. Observe como su mirada se transformaba en una sonrisa, era su invitación a acercarme. Si no hubiera sido por aguantar mi corvada compostura, o por mis perjuicios sociales que no permiten exteriorizar ciertos sentimientos, le hubiera abrazado. ¡Que fastidio no haberlo hecho!.
—Debo ser descendiente de esos que tocan la cítara o la flauta —me justifique, en busca de complicidad.
—Eso parece, algo me hace pensar que algún “gen” debió de colarse entre algún miembro del patriarcado que monto el primer astillero.
Su risa me contagio y ¡por supuesto! su complicidad derrumbo mi “mal cuerpo”. Me había ganado otra vez. Seguía teniendo la costumbre de sorprenderme continuamente, y no darme respiro. Y ahí estaba, con otro de sus comentario, como él que no quiere la cosa. Me devolvía su opinión sobre la importancia del matriarcado y patriarcado. Ahora ya no estaba clara cual de ellos se imponía. Parecía que los dos son igualmente importantes. ¡No me daba respiro!.
—Puede que sea descendiente de los que construyen ciudades, tienen varias mujeres, o fabrican instrumentos cortantes…
—¿Se coló más de un “gen”?
Nuestras risas se acrecentaron. Los dos sabíamos la respuesta. Ese “volver a empezar” había sido un coladero, y no era porque el agua no limpiara, que limpio, sino que se había dejado expresamente que funcionara el coladero, para que pudiera existir la libertad de elección.
—Debo de reconocer que en ocasiones, me resulta difícil dominar a «la fiera acurrucada» que esta al acecho.
—Pero, no me negaras que al dominarla, te siente más libre y andas erguido.
—Si, pero cuando me curvo como hoy, cuesta mucho volver a andar erguido.
Volvimos a reírnos. Y cuando me levante para salir, mi cuerpo anduvo erguido, como mínimo hasta la puerta.

Fuentes: Gén 4,1s.7.9.13-15.17.21-23; 7,18; 8,15; Mt 5,22; Mc 10,5

1 comentario:

Gustavo Tisera dijo...

Muy bueno el blog! Original y directo. Un saludo y nos leemos