Artículos de opinión y pequeñas noticias sobre mi pueblo

26/9/07

¿No más de 120 años?

Dialogos sobre el Génesis IV

Duermo, me muevo, como y me vuelvo a dormir. Total, el día tan sólo tiene 24 horas, y por lo que dicen, en el mejor de los casos, sólo podré repetir ese proceso 43.800 veces. No sé si es mucho o poco. Aunque analizando la cuestión, compruebo que casi la mitad del tiempo me lo paso durmiendo o comiendo, mientras que el resto de tiempo es para…
Para que en una mañana cualquiera, al levantarme, pareciese que algo me tenía preservado, así pues, como de costumbre, me fui a hablar con él y nada más sentarme empezamos a comentar el significado de “espíritu” y de “carne”, planteamos lo que era el “pensamiento” que a uno identifica y el “cuerpo” que comparte ese pensamiento.
Total, parecíamos un par de filósofos, desmenuzando verbalmente al género humano. Pero coincidió que pasaba por delante de nosotros una hermosa mujer y los dos la admiramos en silencio.
—Ya entonces, las hijas de los hombres eran hermosas —me comento.
—¡Hermosas! Es poco… Más de uno ha perdido el juicio.
Nos reímos compartiendo esa pequeña complicidad saciada. Dando por acabada la conversación filosófica, pues esa hermosura pasando por delante de nuestros ojos, había hecho que empezara nuestro aterrizaje hacia el mundo de los sentidos.
Eso me hizo recordar aquella frase «tramaban aviesos designios todo el día». Más de una vez tuve recurrir al diccionario, para llegar a comprenderla. Durante un tiempo me tuvo en jaque la palabra «avieso» (torcido, fuera de regla). Al final, todo en su conjunto se explicaba por si mismo.
Debía de haberme callado y no lo hice:
—Dicen que de ellas salieron los héroes famosos… —su risa me interrumpió.
En aquel momento pensé que me preguntaría algo sobre la literatura fantástica… Me sentí molesto, pues siempre había pensado que existieron los héroes, que sus actuaciones sobredimensionadas podían “en parte” haber sido posibles… Además, las enseñanzas que encerraban aquellos relatos trasmitían conceptos que podría decirse que habían servido a mucha gente en su formación como personas.
Él al ver que no había entendido su risa, hizo un ademán para que siguiera hablando. Me encontraba aún un poco ofendido, y precipitándome le pregunte:
—¿Por eso al final se usaron las parábolas?
—Lo sabes de sobra, pero no me cuesta nada repetirlo, «el que tenga oídos que oiga».
Hubiera sido mejor callarme, continué molesto. Me fui poniendo en el lugar de cada escritor, buscando como trasmitir esas experiencias únicas de cada uno, con sus limitaciones, con su poesía, con sus distintas artes para escribir, es decir, esa forma personal de cada uno, que según iba pasando el tiempo, se reflejaron en una piedra, en un ladrillo, en un papiro, en un papel, en una pantalla… En todos encontré una justificación, les había sucedido algo que valía la pena contar.
Pero yo estaba buscando esa pregunta sin respuesta, y así me encontré formulándole otra pregunta:
—¿Ahora me dirás que no han existido los gigantes?
—Como te voy a decir eso, sabiendo que te gusta tanto el balón cesto.
¡Otro golpe!, le mire inquisidoramente, pero tan solo encontré esa sonrisa tan suya y tan franca, me resultaba imposible ver otra cosa que no fuera ese deseo de ser querido.
Sin saber como, su compañía, sus comentarios, sus risas en algún momento de la conversación, me hacían cambiar algunas ideas y conceptos que tenía muy arraigados dentro de mí. En ocasiones no sucedía al momento como me estaba pasando esa mañana, pero si un poco más tarde, pasados esos encuentros, cuando volvía a pensar en las conversaciones que había mantenido con él.
—Si sigo hablando contigo, un día me convencerás de que las “gestas” no han sido “gestas” y que la “historia” que nos han contado no es la “historia”.
—¿Cómo se ganaban la vida los escritores que estaban al servicio del reí, del faraón, del zar, del emperador, del…?
Definitivamente esa mañana no era mi día, tras oír su pregunta, me sentí como si estuviera tirado en el suelo. Estaba recibiendo demasiadas bofetadas, lo comprendí demasiado tarde.
Sabía lo que me había querido transmitirme con su pregunta, desde la segunda guerra mundial algunos “expertos” en comunicación, se habían percatado de la importancia que tiene la forma de plantear y exponer los hechos, las noticias... Desde entonces, se había difundido la posible distorsión que podían sufrir ciertos acontecimientos y para algunos… ha sido y es, el pan de cada día. Y ahora él, como si no pasara nada, me lo trasladaba a mis lecturas.
—Así pues, los paseos por el jardín, sus visitas, sus negociaciones, sus diálogos dentro y fuera del jardín, además de sus alianzas y encuentros con los hombres ¿Cómo se come?
—No se come, se digiere. Recuerda que somos a imagen suya… Eso quiere decir, que algo de Él tenemos.
—¡Ya!, “algo de Él”…Que sólo puede durar a lo sumo 120 años. ¿Quién se lo va a contar a Matusalén?.
—Mejor se lo cuentas a su padre Enoc.
—¿No es el que desapareció?.
—Por eso lo digo... Matusalén hace tiempo que murió, pero Enoc que se sepa, sigue aún desaparecido.
Su ocurrencia me hizo sonreír y su sonrisa consiguió alegrar un poco mi ánimo maltrecho.

Fuentes: Gén 1,27; 5,24.27; 6,3-5 Mt 13,9-10 Lc 8,10

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