Artículos de opinión y pequeñas noticias sobre mi pueblo

6/9/07

La puesta de largo

Diálogos sobre el génesis II
Los cantos de los pájaros me despertaron, perezosamente me fui levantando, me adecente y salí a desayunar con la esperanza de encontrarle. Él ya estaba allí y sin pensarlo dos veces, me fui a sentar a su lado.
—Hoy estamos solos— le comente.
—Como el jardinero— me contesto.
Sé que espera mi replica, supo esperar y por supuesto no le falle, no pude contenerme y finalmente le dije:
—No me dirás ahora, que necesitamos una ayuda proporcionada.
Me devolvió mi sonrisa y tras negarlo con su cabeza repetidamente me planteó una cuestión.
—¿Es bueno que te encuentres solo?.
Sin preámbulos, pero con prisas, empecé a pensar en una respuesta. Y no la encontraba. Me gustara o no, en mis reflexiones algo me decía que realmente “soy un animal de compañía”. Sé que mientras me fui formando en el seno de mi madre ella ya me alimentaba y nada más nacer necesite de ella o de otros de mi misma especie, es decir, necesite compañía; y solo después de algún tiempo pude valerme por mi mismo... Pero al entrar en años, quizás también necesite compañía. ¿Cómo se lo podía explicar? Si además, sé que en mi condición de “animal” me encuentro mejor o mejor dicho me es más practico vivir en una comunidad, en un pequeño gueto, aunque en ocasiones me sienta “solo” incluso en medio de tantos.
—No sé— le conteste —pero lo más seguro es que el jardinero se encontrara solo, estaba más solo que la “una”, y no es que precisara ninguna ayuda para vivir. Pero ahora las cosas han cambiado, quizás por eso, en vistas a vivir efímeramente en otro sitio, (al jardinero) se le dio una ayuda y además proporcionada.
—¿Te gustan los animales?.
Fue una intuición, enseguida supe por donde iba, esa vez parecía que me había adelantado a sus pensamientos. La ayuda proporcionada debía referirse a la que se conseguía a través de la naturaleza para vivir y alimentarse, es decir, me estaba dando a entender que no se refería a la varona.
¡Estaba muy aguado esa mañana!.
Comprendí en ese momento que mis planteamientos sobre la ayuda proporcionada se hundían como ese trozo de plomo dejado en la superficie del lago, desde aquel momento ya no podría relacionar la “ayuda proporcionada” con las varonas.
Mi silencio no le paso desapercibido, supuse que se estaba dedicando a leer mis pensamientos, pues sin esperar respuesta, me siguió preguntando:
—¿Te gustan las varonas?.
—Me gusta mi mujer —Le conteste muy contundente.
Su risa me desarmo. Al momento recordé aquellos tiempos que al ver como mi mujer se estaba equivocando delante de nuestros hijos, aun así y todo ¡le daba la razón! (unidad de criterio), era como si nos estuviéramos equivocando los dos, pero no retrocedía y frente a los hijos actuábamos como si fuéramos uno. Sus defectos los cubría, como ella también me cubría mis defectos, éramos “un par”, “un uno”, era la costumbre, aunque ¡eso si! después cuando no estaban los niños delante, discutíamos nuestros desencuentros.
—¿La consideras una ayuda semejante?.
—¡Mas que ayuda! para mi es un complemento… Aunque a veces no la entiendo, como tampoco entiendo que en un principio se estableciera el matriarcado. Cada vez que lo pienso, me cuesta digerirlo.
—Lo dices por el relato que da a entender que el hombre deja a sus padres.
—Si. Mi experiencia me dice que existe una tendencia natural en la mujer de hacer ir al varón a casa de sus padres. Y más, cuando esta en época de reproducción. Es un sentirse apoyada o quizás supervisada. Parece que le da más fuerza o más confianza, para que salga eso que se dice que forma una sola carne…
—Hay sumas que de dos sale uno. ¿Por qué te crees que tiene tanto éxito esa promociones de “coja dos y pague uno?.
Me sorprendió su diálogo, sus preguntas mercantiles, no me había imaginado ni por un momento que fuera versado en las promociones que se utilizan para incentivar el mercadeo. Quizás por eso, le comente alegremente:
—Ahora me dirás también, que les regalo las túnicas de pieles y los vestidos.
—¡Era la puesta de largo! —exclamo— Debían de emprender una nueva vida… ¿Acaso lo dudas?
Me volvió a sorprender. Pero ahí estaba Él, sonriéndome y aclarándome esos pequeños detalles. Ahora resultaba que no había sido una expulsión, sino una puesta de largo. ¿Por qué no lo supe ver ese detalle en algún momento de mis lecturas?.
Hoy en día, también se comentan que se “echan” a los hijos de casa, cuando en realidad se van, porque se han casado o quieren emprender por si solos una nueva vida…
¡Que menos! Que un Padre regalara unos vestidos y les enseñara la puerta de salida.
¡Si! Debió de ser emocionante ver como se iban y como comenzaban los dos, su nueva y efímera vida, ¡y más!, cuando ya habían tomado conciencia de lo que eran.

Fuentes: Gén 2,18.20.23s; Gén 3,7.21.23

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